Aún en nuestros momentos más oscuros
la luz está presente
Continuando con la reflexión de ayer, cabe aclarar que crecer y evolucionar no es algo tan fácil como elegir un camino y rechazar el otro, porque solemos estar parcialmente cerrados y parcialmente abiertos, parcialmente temerosos y parcialmente valientes, parcialmente confusos y parcialmente sosegados.
Aunque nuestra conciencia está abierta y es transparente como el agua, la mayor parte del tiempo permanece enturbiada por creencias condicionadas, que funcionan como el polvo suspendido en el agua.
En el budismo tibetano se dice que nuestra claridad natural y nuestras tendencias condicionadas son co-emergentes: surgen juntas, co-emergen. Nuestra naturaleza humana es una mezcla de claridad y confusión, intenciones conscientes e influencias inconscientes. Solemos estar medio despiertos y medio dormidos.
Así, aunque queramos estar más despiertos y presentes; permanecemos bajo la influencia de factores inconscientes, como viejas ataduras, identificaciones, miedos y proyecciones, que distorsionan nuestra experiencia y disminuyen nuestras capacidades.
Sin embargo, no importa cuán perdidos o cerrados estemos, la luz que habita en nuestro interior más profundo siempre está brillando detrás de las nubes de nuestras confusas creencias.
Aún en nuestros momentos más oscuros la luz está cerca.
Tan pronto como reconocemos dónde estamos: «Estoy confuso, estoy perdido»; comenzamos a despertar de la confusión y a conectar con uno mismo nuevamente.
Al reconocer que uno está perdido, confuso o bloqueado, empieza a estar más en contacto.
Siempre podemos autocorregirnos al darnos cuenta de lo que estamos haciendo.