Buscando la luz…

Buscando la luz…

Cuando creamos nos hacemos parte de la creación colectiva del mundo.

 Un cuento de Liliana Ramati 


      Aquella mañana de marzo, cuando el sol comenzaba a entibiar, la vida empezaba a manifestarse de mil maneras diferentes en el parque de Tomás.
   El suelo era un bullicioso ir y venir de insectos, de  los más variados tamaños, formas y colores. El césped denso, era el gigante a atravesar, cual  selva enmarañada, a juzgar por el tamaño de los pequeños.  Distintos planos permitían disfrutar de árboles y arbustos, haciendo de los distintos verdes una perfecta escala cromática, salpicada de pinceladas rojas, amarillas, blancas,……y cuanto color quieras imaginar.   El canto de los pájaros despertaba la mañana, componiendo entre todos una bella sinfonía.
  Así el sol, en un juego de luces y sombras dejaba filtrar sus rayos sobre cada árbol, sobre cada flor, sobre cada hierba.
  En medio de tanto despliegue, en un pequeño rincón, donde la tierra había sido removida, asomo la cabeza una pequeña lombriz, quien mirando trabajosamente el espectáculo que se desarrollaba allá afuera, comenzó a quejarse a viva voz.
 – ¡Y claro, así es fácil! Tantos colores para mirar tanto  sonido para escuchar, tanto sol que te entibie……… mientras tanto YO , siempre abajo de la tierra, sin luz, sin color, sin cantos   ¡ es tan triste !
– ¡ Pero Sra. lombriz!, respondió una hormiga que por ahí pasaba ,nuestra casa también esta bajo tierra y ,dejando por un momento su carga trato de convencer a la lombriz de que ellas salían solo a  trabajar y conseguir alimentos para sus crías.
–  Si claro, contesto la lombriz, pero al menos ven un poco de sol, caminan por el pasto, se trepan a un árbol ó a un rosal…
–  Si, si… entiendo a donde apunta su queja, en definitiva a Ud., ¡no le gusta ser lombriz!, quisiera, quisiera…. quizás ser mariposa, ó un arbusto ó una flor?
–  De lo que se trata, insistió la lombriz, un tanto confundida, es que no entiendo para que trabajar tanto en un lugar en que nadie nos ve.
–  Mire Sra. lombriz, propuso la hormiga, que le parece si yo me tomo un descansito y la acompaño a charlar con quienes están afuera y arriba, y a ver si así logra tener mas claridad.
 Y así sin más, la hormiga y la lombriz salieron en una extraña travesía por el parque tratando de encontrar alguna respuesta.
Pronto se encontraron ante un añoso roble, que se elevaba imponente ante la pequeñas criaturas. Su silueta se recortaba sobre el fondo azul cielo, su denso follaje apenas dejaba filtrar tenues rayos de sol y decenas de aves se cobijaban en sus ramas.
–   Señor roble, señor roble, comenzaron a gritar a dúo las aventureras. La suave brisa elevo las pequeñas voces que llegaron como susurros hacia el corazón del árbol.
–  Quien es?…quien habla?…contestó
–  Acá abajo, nosotras, la hormiga y la lombriz.
  
–  A que se debe tanto alboroto?…
–  Disculpe la molestia, Sr. roble, pero salimos en expedición, buscando repuestas para la lombriz, respondió la hormiga, algo asustada.
–   Respuesta? …que tipo de respuestas?… Rugió el roble.
 Muy tímidamente, la lombriz manifestó sus dudas y sus disconformidades
–  Lo que pasa  es que no entiendo  ¡que sentido tiene toda una vida abajo, sin luz, sin colores, sin sol que entibie, sin tantas cosas que hay arriba!  Y bueno…quería conocer como se vive arriba, a ver si preguntando y preguntando encuentro algo de claridad para mi oscura vida.
–  Bueno, bueno, pequeña, creo que cada uno te podrá contar sus experiencias, pero solo vos podrás valorar tu propia vida y tu trabajo.
Mientras así hablaban el roble y la lombriz, los demás árboles, intrigados por la singular conversación, comenzaron a inclinarse, para  escuchar mejor y participar de la charla, pues todos querían contar algo de sus historias.
– Y bueno, ya que estamos podría comenzar yo, dijo  el roble, poniéndose algo nostalgioso. Recuerdo cuado era pequeño, tenia muchos amigos, casi todos teníamos el mismo tamaño, no había diferencia entre nosotros. Había tiempo para  juegos y largas charlas de cómo nos gustaría ser cuando fuésemos grandes.  Y si, el tiempo pasó y comencé a alejarme mucho del suelo y de mis compañeros. Mi follaje se convirtió en sombra para muchos, animales  y personas, y mis ramas son descanso para cientos de aves, cada  día, pero… acá arriba también me siento solo más de una vez.
–   Nosotros somos hermanos, dijeron a una sola voz dos aromitos.
–   Pero como veras no se nota, protestó el más pequeño, que asomaba debilucho de un pequeño cantero en el que ya no quedaba espacio para seguir creciendo. En cambio mira a mi hermano, ¡cuanto más grande que yo es! Crece libre, sin límites…
–   Es así, opinaron muchos, a quienes el espacio les favorecía, la verdad que no tener tantos obstáculos  permite que troncos y ramas se desarrollen mas grandes y firmes.
–  Claro, pero yo entiendo al pequeño aromito, elevó la voz un ceibo que le toco crecer junto a una vieja pared .Mi tronco quedo prácticamente adherido a la pared y mis ramas solo pueden crecer dificultosamente hacia un solo lado.
Y así, una a una, se fueron escuchando  diferentes voces, la del arbusto que creció entre las piedras, la del viejo algarrobo, cuyas ramas secas mostraban el espectro del vigor de otros tiempos, la del lapacho rosado, cuyas torcidas ramas buscaban nuevos espacios de luz, y aun la de aquellos destruidos y mutilados, en donde nuevos brotes gritaban que la vida seguía estando presente.
Entrelazadas historias de paciencia, de adaptación, de aceptación, de esperanza, de renovación, de fortaleza, de respeto, surcaron el aire de aquella mañana, llevadas por la suave brisa hacia cada rincón del parque , como si por una vez en sus vidas quisieran dar a conocer lo que anidaba en los profundo de sus corazones.
La hormiga y la lombriz, no salían de su asombro, descubriendo otras verdades, disconformidades, alegrías y tristezas.
Después de un tiempo, que a las pequeñas se les antojo eterno, las voces se fueron acallando y el silencio comenzó a reinar nuevamente. El Sr. Roble tomando la palabra se dirigió a la lombriz diciendo:
 – Bueno, bueno, vean que gran alboroto se armo, Como ven cada uno tiene su historia con aceptaciones y rebeldías. Pero te quiero decir algo pequeña lombriz, mis raíces también están en lo profundo de la tierra, crecen pero de ahí no se mueven, ni ellas, ni yo, este es mi espacio del principio al fin.
Por eso te pregunto: ¿donde caen hojas, flores y frutos?… ¿quien sostiene nuestras ramas cuando se desprenden por el viento ó por estar viejas y enfermas?… ¿quien da nueva vida a las semillas?… ¿Dónde se desarrollan nuestras raíces, nuestro sostén?… No es acaso en tu espacio, ese en el que incansablemente trabajas?…Como ves, yo acá, vos allá, vivimos entrelazados, necesitados, dependientes, los unos de los otros; cada uno en su espacio desarrollando una tarea que sirve a otros.
  
La lombriz, como si un gran rayo de luz, hubiese iluminado su diminuto cerebro, entendió y acepto y, por primera vez en su vida, experimento la alegría de ser lombriz.
Agradecida a todos, emprendió junto a su compañera de aventuras el regreso definitivo a su espacio, con la intima y plena convicción del lugar que ocupaba y de la tarea que realizaba.
 FIN


¡Muchas gracias Liliana Ramati por tu enriquecedor aporte!

La música, la pintura, la poesía, el teatro…, son algunas de las vías a través de las cuales el ser humano expresa lo más profundo, a veces desconocido incluso para él.

María Guadalupe Buttera G.

PorMaría Guadalupe Buttera G.

Nací en Santa Fe, Argentina, el 17 de abril de 1966. Me desempeño como Escritora y Comunicadora sobre Desarrollo Personal y Espiritual, facilitando procesos de transformación interior. Op. en Psicología Social. Counselor.

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