Discernir los Sentimientos
Reconocer Lo Que Es, libro de Bert Hellinger, editorial Herder.
En estas conversaciones con la periodista Gabriele TEN HÖVEL, Bert Hellinger responde a preguntas referentes a su modo de pensar y actuar
terapéuticos. Al mismo tiempo invita al lector a acompañarle en el camino del
conocimiento que para él comienza con el «reconocimiento de lo que es».
TEN HÖVEL En su trabajo, una y otra vez habla del amor que vuelve a surgir. ¿Qué ocurre con sentimientos como la rabia, el odio, la envidia? Por lo que veo, en su trabajo terapéutico, la rabia no tiene ninguna importancia. ¿Porqué la rabia no tiene cabida?
HELLINGER Yo disingo los sentimientos originales de los deducidos, que sirven para sustituir los primeros. Un sentimiento original sirve al actuar, un sentimiento deducido sustituye el actuar. Por tanto aporta poco trabajar con un sentimiento deducido, ya que únicamente se refuerza la persistencia en la inactividad.
ENVIDIA
HELLINGER Ilustraré la diferencia con la envidia. Envidia significa querer tener algo sin pagar el precio que cuesta. En vez de trabajar con la envidia, procuro llevar al cliente a la decisión de estar dispuesto a pagar el precio entero por la ganancia y el éxito.
RABIA
HELLINGER La rabia es un caso similar. La rabia original surge donde se me ataca. Esta rabia me da fuerzas para defenderme; por tanto, es buena. Me capacita para actuar. En la mayoría de los casos, sin embargo, la rabia sólo se basa en una imaginación. Así, uno se enfurece sin actuar. En mí mismo he podido observar que cuando en mi imaginación me enfado con otras personas, diciendo: “¡Qué tipos!, ¿qué estarán tramando contra mí?”, en seguida sé que esta emoción y las suposiciones que la nutren son falsas. Ya que cada vez que posteriormente averiguaba lo que realmente estaba ocurriendo, era diferente de lo que yo había supuesto. La rabia sólo había sido desencadenada por una imagen interior. Este tipo de rabia no cuenta con ninguna información concreta; se basa en proyecciones y sospechas sin fundamento.
TEN HÖVEL Sin embargo, la rabia es más bien una emoción reprimida; raras veces una persona se permite enfurecerse realmente. Frecuentemente, la rabia ni siquiera se expresa, por lo que se anida en rincones totalmente equivocados.
HELLINGER La rabia también puede tener que ver con que no reclamo lo que en el fondo me correspondería. En consecuencia, me enfurezco. También este tipo de rabia sirve para sustituir mi propio actuar.
TEN HÖVEL Ud. dijo que no consideraba conveniente sacar toda la rabia en el proceso terapéutico. Por otra parte, si que existe situaciones en el proceso terapéutico en las que una persona aprende a sentirse en esta fuerza; de hecho, la rabia tiene una inmensa fuerza.
HELLINGER Muchas veces no es más que una fuerza fictiva. Las emociones decisivas de trasfondo son el dolor y el amor. En vez de encarar el dolor, quizás me enfurezca.
Así por ejemplo , alguien recuerda en una terapia que de niño recibió una paliza, y empieza a sentir rabia contra el perpetrador. Sintiendo rabia, no percibe el dolor. En cambio, diciendo: “Me duele mucho”, alcanza otro nivel, más centrado y mucho más vigoroso. De esta manera se alcanza un nivel mucho más profundo que expresando la rabia, diciendo: “¡Ésta me la pagarás!”
TEN HÖVEL Hay personas que sacan la copa de la vitrina y la tiran para expresar el impulso inmediato de: “¡Cómo puedes hacerme algo así!” No entiendo qué habría que objetar en este caso. Bien no quita el dolor, pero si expresa un sentimiento de manera directa.
HELLINGER Puedo ver esta rabia como expresión del dolor; pero con ella la persona se acerca a un límite muy peligroso. Cuando este límite se traspasa sólo un poco, todo está perdido. Sí que expresa su rabia, pero de ahí no sigue nada.
En este punto distingo entre triunfo y éxito. El sentimiento que lleva al triunfo o a la victoria malogra el éxito.
TEN HÖVEL Es decir, este “yo soy la más digna”.
TRIUNFO
HELLINGER Yo, la más digna; tú, el canalla. Yo soy la esposa fiel, tú eres el infiel. A través del triunfo pierde su pareja. El precio del éxito, en cambio, es la renuncia al triunfo.
En el mundo asiático nunca debe llegarse al extremo de que una persona pierda la cara. De esta manera, las personas se aseguran el éxito para un futuro. Comportándome de manera que el otro pueda guardar la cara, aunque haya cometido algo grave, me lo gano. Reparará lo cometido lo mejor que pueda. Por lo contrario, rebajándolo o comprendiéndolo delante de otros, lo pierdo. Más aún: se convertirá en mi enemigo. No he ganado nada. También aquellos que presencian un hecho así sienten la necesidad instintiva de lograr un compensación.
El triunfo es la renuncia al éxito. Quien triunfa ya no tiene seguidores. Éstos más bien se dirigen a aquel que salió perdiendo. Es una necesidad irresistible.
ODIO
Muchas emociones no son más que el dorso del amor y del dolor. Así, por ejemplo, el odio no es más que la otra cara del amor. Se desarrolla donde alguien fue herido en su amor. Ahora bien, expresando el odio, la persona se corta el acceso al amor. En cambio, diciendo: “Te quise mucho y esto me duele mucho”, ya no cabe el odio. Tras una frase así puede darse la reconciliación; tras el odio, ya no es posible. Con el odio, la persona pierde justamente aquello que quería tener
MIEDO
TEN HÖVEL También hay personas que dicen que lo contrario del amor es el miedo.
HELLINGER Lo contrario es la indiferencia. Cuando una pareja acude a mí diciendo que ya no aguantan vivir juntos, únicamente miro cuántas ganas de luchar les quedan todavía. Si les duele mucho, aún hay auténtico compromiso y buenas posibilidades de llegar a una reconciliación. Si ya no duele, la relación está acabada. Entonces reina la indiferencia.
Pero volvamos al miedo. El miedo es concreto si temo algo; por ejemplo, que la madre se vaya y que no vuelva. Por regla general, los padres hacen todo para que los hijos no tengan que pasar este miedo. Así, el niño se siente seguro.
No obstante, la idea de una educación sin miedos es una utopía; no existe. Cuando alguien dice: “Los niños deben educarse sin miedo.”, o: “La iglesia debería ser libre de miedos”, me gusta contar la pequeña historia de la abuela que quería suavizar los cuentos para sus nietos, porque le parecían tan crueles. Cuando les contó a sus nietos esos cuentos “purificados”, los niños empezaron a sentir miedo de la abuela.
El miedo es un sentimiento que se adhiere a algo. Eliminando todo a lo que el miedo podría adherirse, únicamente se intensifica.
Es bueno mirar cara a cara situaciones que den miedo. Así, por ejemplo, cuando en una familia muere el abuelo, yo cogería el niño de la mano y le diría: “El abuelo está muerto”. Lo acompañaría para que tocara la mano del abuelo, y le diría: “Mira, ahora su mano está fría. Lo enterraremos, pero siempre puedes recordarlo”. Así, el niño puede mirar al muerto sin miedo.
En terapia, frecuentemente regreso con las personas al lecho de muerte de una persona amada -por ejemplo, a través de un trance-, para que miren al muerto y lo vean ahí tendido, muerto. También les permitiría a los niños que se echaran al lado del muerto. Cuando vuelven a levantarse, ya no tienen miedo; este miedo lo han mirado cara a cara.
TEN HÖVEL ¿El miedo de morir?
HELLINGER El miedo de los muertos. En otras situaciones que le inspiran miedo al niño, se le acerca a esa situación protegiéndolo al mismo tiempo. De esta manera aprende a manejar tales situaciones.
TEN HÖVEL En relaciones existe el miedo a la cercanía, el miedo de asumir la relación con todas sus consecuencias. De aquí nacen mucho problemas sexuales. Éste fue el motivo que me hizo relacionar el amor con el miedo.
HELLINGER Sí, eso existe. En el fondo, el miedo de entregarse a la mujer es el miedo más grande del hombre. Igual que en el cuento de uno que hizo un viaje para aprender lo que era miedo. El miedo lo aprendió en la cama, con la mujer. O Sigfrido, en la ópera de Wagner, que aprende el miedo cuando le abre la coraza a Brunilda y descubre que es mujer. Este miedo tiene que ver con la profundidad de la vida y de la muerte.
TEN HÖVEL Este miedo a la entrega normalmente se atribuye a los hombre. Me temo que entre las mujeres estará casi tan difundido como entre los hombres.
HELLINGER Seguramente la mujer también lo siente a su manera, por ejemplo, Brunilda ante Sigfrido. Mi imagen es que tanto el hombre como la mujer saben que a través de la realización del amor se crea un vínculo indisoluble. Al darse cuenta de este hecho, surge el miedo. A pesar de que no parezca corresponder con nuestros tiempo, sí parece haber un conocimiento general de este hecho.
TEN HÖVEL Cuando Ud. habla del vínculo, ¿automáticamente es idéntico a una relación? ya que este miedo precisamente existe también en la relaciones de pareja…
HELLINGER Relación es menos que vínculo. Frecuentemente intentamos escaparnos de un vínculo manteniendo una relación. Podr ejemplo, cuando una pareja inica una relación que, desde un principio, es algo pasajero, sin riesgo, o cuando uno de los compañeros, ya antes, se hizo esterilizar. En todos estos casos no se desarrolla ningún vínculo, aunque sea una relación. Por otra parte, puede darse un vínculo incluso sin relación, por ejemplo, en el caso de una violación.
TEN HÖVEL ¿Es decir, el vínculo tiene que ver con tener hijos?
HELLINGER No, se trata de la consumación del amor. Siempre que en esta consumación se excluye algo esencial, no se crea ningún vínculo. Sin embargo, hay que proceder con suma cautela para no crear la impresión de que aquí se establecen normas de cómo debería ser. Para saber si se desarrolló un vínculo o no, observo los efectos.
TEN HÖVEL ¿Ud. describe el vínculo desde su resultado, por lo que se hace visible a través de las generaciones y a través de las constelaciones familiares?
HELLINGER Exacto. Así se eliminan los malentendidos; es una descripción que exclusivamente parte del resultado.
DEPRESIÓN
TEN HÖVEL Antes dijo que una persona se autocastiga cuando en una terapia trabaja según el método de: “¡Dale, pégale!”, o de: “¡Grita toda la rabia que sientes contra tus padres!” ¿A qué se refiere con ese autocastigo? ¿Cómo se manifiesta?
HELLINGER Una persona así se vuelve depresiva, por ejemplo.
TEN HÖVEL Si no lo estaba ya antes. De hecho, hay muchos que no saben expresar su enfado.
HELLINGER No se enferman por reprimir su enfado, sino porque reprimen el actuar que llevaría a la solución. El mero hecho de expresar su enfado aún no ha librado a nadie; siempre hay que actuar en consecuencia.
Ud. dijo: “… si no lo estaba ya antes.” Por regla general, alguien sólo está depresivo cuando no ha tomado a uno de sus padres. Expresando su rabia contra los padres de la manera arriba descrita, una vez más los aparta. Así, la depresión puede resultar aún más profunda. Muchos, sin embargo, se autocastigan mediante el fracaso, por ejemplo, en su profesión o en la vida de pareja, perdiendo su empleo, no encontrando pareja, o perdiendo la pareja o mucho dinero.
TEN HÖVEL Pero eso no quiere decir que toda persona que alguna vez haya participado en una terapia de este tipo tenga que sufrir un fracaso, ¿verdad?
HELLINGER Todo depende del alcance y de la seriedad del asunto. Lo fundamental para un desarrrollo logrado es que los padres sean valorados y que se reconozca lo que significa ser padres y transmitir la vida. En este punto no importa cómo sean los padres. Quien se cree con el derecho de despreciar a sus padres, en su propia vida representará aquello que desprecia. Justamente a través del desprecio se asemejará a sus padres.
En cambio, quien aprecia a sus padres, tomándolos en su totalidad, con ello toma todo lo que los padres tengan de bueno; lo bueno lo colma. Lo curioso es lo siguiente: cuando alguien toma a sus padres en su totalidad, aquello que éstos lleven de debilidades o de fatalidad se queda fuera.
TEN HÖVEL Existe un libro de Nancy Friday titulado “Mi madre, yo misma”. En este libro describe de manera muy gráfica lo que muchas mujeres conocen como una experiencia cotidiana: de repente, al mirarse al espejo, se ven idénticas a sus madres. O en asuntos cotidianos, se dan cuenta de que hacen precisamente aquello que siempre querían hacer de otra manera, como una especie de compulsión iterativa.
HELLINGER Sí, una persona, cuanto más desprecie a sus padres, tanto más los imitará. Cuando desprecia a uno de ellos – por ejemplo, porque el padre es alcohólico o porque la madre tiene un hijo ilegítimo-, su mirada se dirige a lo que rechaza. Así, ya no se puede ver ni tomar aquello que sus padres le dieron de bueno. En este rechazo, la persona también incluye otros ámbitos de la vida. Por tanto, no extraña que se sienta vacía y que su sentimiento básico sea negativo.
TEN HÖVEL Es decir, ¿no puede tomar lo que recibió?
HELLINGER Exacto.Una forma especial del rechazo de los padres es la reivindicación. Cuando alguien reclama como deberían ser los padres, o todo lo que aún deberían hacer por él, se impide así mismo tomar lo esencial.
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