El sentimiento de superioridad
fomenta los grandes conflictos
con respeto mutuo y amor, en paz”
Cuando la vida se ve amenazada
Ante situaciones donde la vida se ve amenazada, algunas personas reaccionan huyendo, otras agrediendo a otro/s para obligarle a huir o para apropiarse de él, y a veces, matarlo.
¿Qué habría detrás de esta última conducta?
Estas conductas se alimentan esencialmente del deseo de supervivencia.
Y esta necesidad de despejar el camino de la presencia de algo o de alguien es la forma más extrema de la voluntad de destrucción.
Emerge un deseo de supervivencia
Estos conflictos, ¿serán in-humanos o serán parte de la misma condición humana?
Los conflictos por un lado aseguran la supervivencia, pero por otro también la ponen en peligro; por ello, la humanidad ha establecido leyes y contratos para resolverlos y asegurar la convivencia social.
El orden legal
De esta manera se establece un orden exterior, jurídico, que puede ser cumplido por miedo al castigo o a la exclusión de la comunidad, o bien por un respeto consciente y responsable.
Este orden, al ser impuesto exteriormente, suele generar luchas y conflictos; pero lo cierto es que está al servicio de la supervivencia de la sociedad y de cada uno de sus miembros.
Impone límites a la voluntad de destrucción
Este orden jurídico-legal impone límites a la voluntad de destrucción y protege a las personas; pero hay situaciones límites donde estas fuerzas del orden colapsan y emerge ese instinto destructivo primario, con consecuencias devastadoras.
Esta voluntad de destrucción obra cuando hemos perdido el horizonte, cuando en vez de la búsqueda en común de la mejor solución, en vez de una observación y prueba en común, orientadas hacia lo concreto, las personas del grupo opositor son insultados con improperio y calumnias. Un exterminio moral que declara enemigo al otro, con las consecuencias que esto provoca en toda la sociedad.
Pero en nombre de la “justicia”
Los ciudadanos quedamos expuestos al conflicto sin siquiera poder participar en ello; surgiendo el peligro que también las personas sientan este deseo destructivo y respondan de la misma manera.
Estas confrontaciones emergen, como decíamos, de la necesidad de supervivencia, y además, por la necesidad de justicia.
Suele activarse venganza y destrucción
Y acá cabe preguntarse:
– ¿es un bien máximo este tipo de justicia que intenta devolver mal por mal?;
-¿es un tipo de justicia que intenta justificar la venganza?,
-o ¿será la justicia un bien mayor solo cuando está al servicio de la vida de todos los seres humanos?
Suele ocurrir que la voluntad de supervivencia, de destrucción y el deseo de venganza se activan de tal manera que acaban por generar un daño mayor al recibido, generando a su vez, lo mismo en el otro.
Un verdadero círculo de odio que no hace bien a nadie!
Y así, el conflicto continuará sin fin.
El sentimiento de superioridad fomenta los grandes conflictos
Detrás de todo esto, también está latente el sentimiento que uno es superior al otro.
Este sentimiento de superioridad fomenta los conflictos.
En la vida cotidiana también podemos observar cómo estos sentimientos afloran en las relaciones humanas.
Por ejemplo cuando se ataca a personas que piensan o que actúan de forma diferente a lo que nosotros lo haríamos. Y si los disidentes son vistos como un peligro se origina la pelea desde la creencia que es “bueno” lo que se hace, aún generando daño en el otro.
Síntesis
La humanidad transita un momento donde el conflicto parece no tener fin; y en nombre de la “justicia” se justifica hasta la muerte.
Albert Einstein ha concluido que ningún conflicto se resuelve verdaderamente en el mismo nivel que se originó.
Por ello, para salir del círculo sin fin, habrá que ampliar la mirada y ver más allá; expandir nuestras conciencias y hacer realidad el gran aprendizaje pendiente que es “el camino de la humildad”.
Porque solo ella es la que nos permite mantenernos iguales entre todos, con benevolencia, respeto mutuo y amor. ¡Que así sea! =)