Juntos por siempre

Juntos por siempre

Un cuento para niños

por Rav doctor Michael Laitman

Había una vez un gran mago, bondadoso, generoso y de buen corazón. Pero a diferencia de los otros magos que aparecen en las leyendas para niños, este mago era tan bueno que suspiraba por tener alguien con quien compartir su corazón. No tenía a nadie a quien amar, cuidar, con quien jugar, un compañero en quien pensar.

Además, anhelaba estar junto a alguien que lo conociera y se ocupara de él… porque es muy triste estar solo.

¿Y qué fue lo que hizo?

Pensó para sus adentros: ¡Ya lo sé! Voy a hacer una piedra, pequeña, pero muy bonita La tendré en mi mano, la acariciaré y siempre vivirá a mi lado. Y, estaremos juntos, la piedra y yo, porque… es muy triste estar solo.

¡Agitó su varita mágica y Chac! Apareció una piedra pequeña en la mano del buen mago. La acarició con ternura en la palma tibia de su mano. Le hablo dulcemente, pero la piedra no respondía. Sólo se quedaba allí, inmóvil y silenciosa.

Y una vez más, el mago sintió cuán triste es estar solo.

Sumergido en su tristeza se preguntaba: ¿Posiblemente debería hacer una planta? ¡Sí, una flor muy hermosa! La regaré, tendrá mucho aire fresco, haré que desciendan sobre ella los rayos sol; además tocaré una música muy dulce. La planta estará tan feliz que entonces ambos seremos dichosos porque… es muy triste estar solo.

El buen mago agitó su varita mágica una vez más y ¡Chac! Apareció una flor justo al lado de su silla. Con sus pétalos rosados y sus delicadas hojas, la flor era justo lo que él había imaginado.

El mago estaba tan emocionado que empezó a saltar y bailar a su alrededor e interpretó las canciones más alegres que conocía. Pero la planta no bailaba con él; tampoco cantaba. Todo lo que hacía era crecer si la regaba y marchitarse cuando no lo hacía.

Esto no era ni de cerca lo suficiente para este mago tan bondadoso, que quería entregar su corazón y su alma a su amiga, la flor.

Una vez más, el mago se decía: ¿Es esta la forma de tratar a un buen mago? ¿Por qué esta hermosa flor no me corresponde? ¿Tal vez debería hacer más flores? ¿Quizá van a corresponder a mi amistad?

Así pues el mago hizo toda clase de plantas: praderas coronadas de flores rojas, amarillas y azules, cañadas y bosques, extensas sabanas y espesas junglas.

Pero sin importar qué clase de planta creara, todas se comportaban como la primera flor. Una vez más el buen mago se encontraba solo y triste.

Dándose cuenta que la situación requería de acciones drásticas, el mago se sentó en su roca mágica de pensar. Pensó, pensó y pensó y volvió a pensar un poco más, hasta que tuvo una maravillosa idea. Ya lo sé, dijo en voz alta, ¡Haré un animal!

Pero… ¿qué tipo de animal? ¿Un perro, tal vez?

¡Sí, un perro! Haré un cachorro muy simpático que siempre estará conmigo. Lo llevaré a pasear, jugaré con él y cuando llegue de regreso a mi castillo el perro va a saltar de felicidad y a menear la cola para saludarme.

¡Sí!, el mago sonrió para sus adentros, el perro y yo seremos muy felices juntos…porque es muy triste estar solo.

Ilusionado, el mago agitó su varita mágica y ¡Chac! Apareció un cachorro precioso en sus brazos justamente como lo había imaginado.

El buen mago estaba encantado, alimentaba a su perro, lo abrazaba, acariciaba el suave y rizado pelaje. Lo llevaba en sus caminatas y hasta le daba baños de burbujas. Ciertamente ese era el cachorro más consentido que haya existido.

Pero pasado algún tiempo, el mago se dio cuenta que el amor del perro no era la clase de amor que deseaba. Un perro sólo se sienta junto a su dueño y lo obedece.

El mago estaba muy triste al ver que aquel cachorro tan precioso que jugaba alegremente y lo seguía a todas partes no podía corresponder a toda la bondad de su corazón que quería compartir.

Se dio cuenta que no era éste el amigo que él buscaba. No podía comprender los cuidados que el mago le prodigaba, como estar al pendiente de su alimentación y todos los juegos que había inventado para retozar. El perro no podía apreciarlo y era lo que el mago realmente necesitaba, un amigo que pudiera valorar la bondad de su buen corazón.

Al igual que con la piedra y la flor, el mago hizo toda clase animales, gatos, insectos, peces, serpientes, monos, pájaros y osos. Sin embargo, ni un solo animal podía comprenderlo y ser el amigo que buscaba.

De nuevo el mago se encontraba muy triste y muy solo.

Volvió el mago a sentarse a su roca de pensar para decidir lo que tenía que hacer. Pensó, pensó y pensó con más fuerza. Esta vez, elaboró un plan; se dio cuenta que un verdadero amigo sería alguien que lo buscaría, que desearía encontrarlo tanto como él deseaba hallar un amigo.

Después de pensarlo un poco más se dijo: Un amigo tiene que ser alguien como yo, que pueda hacer lo que yo hago y que sepa amar como yo amo. Es la única forma en que me va a comprender.

Pero, para que sea como yo, tendrá que percibir y apreciar lo que le doy. De esta manera, va a corresponder a mi amor y hacer por mi lo que yo hago por él. Así ambos seremos felices.

Durante tres días y tres noches, el mago se sentó en su roca mágica y reflexionó en su próxima creación. ¡Finalmente, tuvo una idea brillante!

¿Por qué no hacer un hombre? ¡Si, qué gran idea! ¡Podría ser un verdadero amigo! ¡Podrá ser como yo! Si lo hago tal como debe ser, le va a gustar lo que a mi me gusta, y va a apreciar lo que yo le dé. Va a necesitar un poco de ayuda y después seremos muy felices y nunca más estaremos solos.

Pero para alcanzar la felicidad el mago sabía que su amigo tendría primero que sentir lo que es estar solo, sin un amigo. En realidad, tendría que saber lo que es no tener la amistad del mago.

Albergando nuevas esperanzas en su corazón el mago agitó su varita mágica por la cuarta y última vez y ¡Chac!…

Esta vez, ocurrieron dos cosas: creó un hombre, pero lo colocó en una tierra muy, muy lejana. Estaba tan alejada que el hombre no sabía nada del mago. Contemplaba las montañas, las estrellas, los árboles, las flores, los peces y los animales pero no tenía ni idea que el mago lo había hecho todo. ¡Ni siquiera estaba al corriente que hubiera un mago!

El mago no paró ahí. Hizo las computadoras, el fútbol, el baloncesto y toda clase de juegos para que el hombre, su nuevo amigo, se divirtiera. Entretanto, el mago aún estaba solo y muy triste pues su amigo no sabía nada de él.

El hombre desconocía la existencia del mago que lo había hecho, que lo amaba y lo estaba esperando. Ignoraba que el mago le murmuraba, Ven a mi encuentro, podemos ser felices juntos, porque es muy triste estar solo.

Pero, ¿por qué alguien que no conoce al mago, que tiene una computadora, el fútbol y toda clase diversiones de pronto querría descubrirlo? ¿Cómo podría alguien así conocerlo y amarlo? ¿Puede este hombre ser el amigo verdadero del mago y decirle, ven mi buen mago, ven junto a mí y seremos felices, pues yo sé cuán triste es estar solo?

El hombre únicamente conocía lo que veía a su alrededor. Quería tener todo lo que los otros tenían, hacer lo que los otros hacían y hablaba de lo que los otros hablaban. No sabía que allá en algún lugar había un buen mago que estaba triste por estar solo.

Bueno, nuestro mago es muy ingenioso; tenía un plan en mente. De hecho, lo tenía todo calculado y sólo esperaba el momento propicio para llevarlo a cabo.

En un día soleado, llegó el momento oportuno: el mago se puso de pie a gran distancia y suavemente murmuró directamente al corazón de su amigo: ¡Chac! Tocó su corazón con la varita mágica ¡Chac! Y una vez más…

Una voz llamaba al corazón del hombre.

Y cuando el mago agitó una vez más su varita mágica, el hombre empezó a pensar: ¡Ah, existe un mago! Hmmm… muy interesante, me pregunto cómo será.

De pronto, al hombre se le ocurrió que tal vez no era tan divertido no tener un mago en su vida, que realmente sería mucho más feliz si lo tuviera.

El mago volvió a hacer ¡Chac! y el hombre sintió que en algún lugar muy, muy lejano había un reino. Y en este reino había una torre llena de tesoros. Y en esta torre se encontraba sentado un mago sabio y bondadoso esperándolo sólo a él.

Y el mago le murmuraba: Hola, amigo. Te estoy esperando, juntos seremos felices mientras que solos estaremos tristes.

Pero el hombre no sabía en dónde encontrar el reino y la torre. Ni siquiera sabía en dónde buscarla. Estaba triste y confundido; se preguntaba, ¿Cómo voy a encontrar al mago?

Entretanto, los golpecitos continuaban tocando en su corazón. ¡Chac! ¡Chac! No podía dormir, no podía comer y no podía dejar de imaginar la gran torre. Esto es lo que ocurre cuando buscas algo con mucha vehemencia pero no lo puedes encontrar. Puedes sentirte muy triste por estar solo.

Para que el hombre fuera tan sabio como el mago, igual de poderoso y con gran corazón, el mago tenía que enseñarle a realizar los mismos prodigios que él. Pero un ¡Chac! no era suficiente. Era algo que el hombre tenía que realizar por sí mismo.

Para ayudarlo, el mago en secreto y con cuidado lo guió hasta un antiguo libro. Este libro le enseña al hombre el camino que conduce a la gran torre en ese reino lejano.

Siguiendo las instrucciones del libro, el hombre se apresuró a ir en busca de su amigo, el mago. Quería decirle, ¡Hola! He venido para estar contigo, sé que seremos felices juntos.

Pero cuando el hombre llegó hasta la torre descubrió que estaba rodeada por una muralla defendida por guardias feroces. Ellos lo hacían retroceder cada vez que intentaba acercarse y no permitían que el mago y el hombre se encontraran, mucho menos que estuvieran juntos. Y entre más insistía el hombre, más fuertes y despiadados se mostraban los guardias. No tenían misericordia alguna.

El hombre estaba desesperado. Su querido amigo, el mago, se ocultaba en la torre, el portón permanecía cerrado, la muralla era demasiado alta y los malvados guardias continuaban rechazándolo. Nadie podía entrar o salir de la torre.

El hombre pensó, ¿Qué voy a hacer? ¿Si no podemos estar juntos, cómo seremos felices?

Pero, cada vez que estaba a punto de desfallecer, un pequeño ¡Chac! en el corazón le devolvía la confianza y buscaba la manera de pasar a los guardias y atravesar la gran muralla.

Y si flaqueaba y no sentía el ¡Chac! en su corazón, clamaba al mago, ¿Por qué me llamas en vano? ¿En dónde estás? ¿No te das cuenta que estoy solo?

Sin embargo, cuando el hombre tiene paciencia y sobrelleva las palizas de los guardias, se vuelve más fuerte, más valiente y más sabio. En lugar de debilitarse, aprende a hacer su propia magia, sus propias maravillas, como sólo un mago puede hacerlo. Y esto es justamente lo que hizo el hombre.

Al final, después de todo lo que había pasado, no había nada que el hombre deseara más que estar con su amigo el mago. Todo lo que quería era ver a su amigo pues todavía se sentía solo.

Justo cuando sintió que no podía soportar estar solo un minuto más, el portón de la torre se abrió. Y, sí, el gran mago, su amigo bondadoso y de buen corazón vino a su encuentro y le dijo, Ven, ven a mi lado, pues es tan triste estar solo.

A partir de ese día, han sido los mejores amigos, siempre juntos. No hay felicidad mayor que la amistad.

El prodigio de su amor es eterno; vive por siempre. Y, están tan felices de estar juntos que ni se acuerdan, aunque sea un poco, de cuán triste era estar solo.

Así que si alguna vez sientes un suave ¡Chac! en lo profundo de tu corazón, sabrás que hay un mago bondadoso y sabio que te llama y quiere ser tu amigo. Después de todo, es muy triste estar solo.

FIN

Nos llenamos infinitamente de vida cuando somos con la fuente de la vida y cuando entramos totalmente en unión con nuestro Creador, que se describe como ´El que Soy´.
John Main
María Guadalupe Buttera G.

PorMaría Guadalupe Buttera G.

Nací en Santa Fe, Argentina, el 17 de abril de 1966. Me desempeño como Escritora y Comunicadora sobre Desarrollo Personal y Espiritual, facilitando procesos de transformación interior. Op. en Psicología Social. Counselor.

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