LA SEMILLA DE LA VERDAD

LA SEMILLA DE LA VERDAD

LA SEMILLA DE LA VERDAD

“Estaban todos en la Plaza de la Aldea Central: el Círculo de Ancianos debía elegir nada menos que al nuevo Gobernante del país.
Cada aldea había elegido al joven que considerara su mejor representante.
Dijo el Anciano Mayor:
– Les estamos entregando a cada uno una vasija con tierra. Contiene una semilla. Tendrán que llevarla y cuidarla durante cuatro lunas. Al fin de la Primavera volveremos a reunirnos. Será nuestro nuevo Gobernante aquél que haya cultivado la planta que dé la más bella flor.
Sorprendidos por el nuevo sistema de elección, todos volvieron a sus respectivos terruños, cada uno con su vasija en mano.Pasó el tiempo. Juan había dedicado cada día a cuidar la futura planta: le regaba, aireaba la tierra, ubicaba el vasija al sol, le hablaba con dulzura…
Sin embargo, luna tras luna el resultado era el mismo: nada brotaba de la tierra.
Qué terrible desgracia! Sentía el peso de la responsabilidad ante quienes le habían elegido en su aldea. No procuraba importancia personal, sino servir a su pueblo tal como su pueblo se lo pedía, aún considerándose indigno de tal honor.
Llegó el día: tendría que presentarse con la vergüenza de mostrar, a la hora de la verdad, su vasija tan vacía de verdor como se lo habían entregado. Lo haría, sin duda que lo haría.
Cabalgó tres días con sus noches.
Al acercarse a la Aldea Central, comenzó a ver a los otros jóvenes portando sus respectivos vasijas, engalanados con bellísimas plantas y flores inmensas.
Sólo Juan tenía su vasija vacía, despertando sonrisas complacidas en sus contrincantes.Ya estaban todos reunidos en la Plaza Principal.
El silencio era total.
Los Ancianos caminaban entre las filas, viendo las increíbles plantas que cada joven había puesto a sus pies con visible orgullo.
Sin embargo, ni una palabra salía de los labios de aquellos Ancianos.
Ni un gesto.
Raro, pues cada flor merecía la mayor exclamación.
Para su sorpresa, Juan sólo escuchó esa exclamación cuando los Ancianos llegaron hasta su vasija, apenas lleno sólo de tierra:
– Aquí está! Él es!!!, -dijeron los Ancianos a viva voz, abrazando a Juan, ante el estupor de todos los otros jóvenes y del pueblo que, azorado, contemplaba la escena.
El Anciano Mayor se subió a un estrado, llevando a Juan consigo, y habló a todos, desbordando regocijo:- He aquí a quien nos gobernará en los próximos años.
Sabemos que será recto y honesto.
Que es una persona de bien, valiente, íntegra, humilde, regida por sus mejores convicciones.
Se preguntarán cómo lo sabemos.
Es muy simple: la vasija que cada uno de estos jóvenes ha llevado, sólo contenía TIERRA.
En ninguno, en NINGUNO de ellos, nunca hemos sembrado semilla visible alguna.

La única semilla ha sido, si se quiere, invisible: LA SEMILLA DE LA VERDAD.

Sólo los bravos saben cultivar esa exótica flor: la más bella de todas.El pueblo irrumpió en un dulce llanto: la confianza había quedado inequívocamente sellada.”¿Qué hacemos cada uno de nosotros con nuestra propia vasija?

¿Nos animamos a mostrarla tal y como es?

María Guadalupe Buttera G.

PorMaría Guadalupe Buttera G.

Nací en Santa Fe, Argentina, el 17 de abril de 1966. Me desempeño como Escritora y Comunicadora sobre Desarrollo Personal y Espiritual, facilitando procesos de transformación interior. Op. en Psicología Social. Counselor.

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