Las palabras son una herramienta muy poderosa

Las palabras son una herramienta muy poderosa

Las palabras son una herramienta muy poderosa. Pero son como una espada de doble filo: Pueden construir el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea.
Uno de los filos es el uso erróneo de las palabras, que crean un infierno en vida.
El otro es la impecabilidad de las palabras, qué sólo engendrará belleza, amor…
Según cómo las utilices, las palabras te liberarán o te esclavizarán aún más de lo que te imaginas.

Toda la magia que posees se basa en tus palabras. Son pura magia y si las utilizas mal, se convierten en magia negra. Esta magia es tan poderosa, que una sola palabra puede cambiar una vida o destruir millones de personas. Hace años, en Alemania, mediante el uso de las palabras, un hombre manipuló a un país entero de gente muy inteligente. Los llevo a una guerra mundial sólo con el poder de sus palabras.
Convenció a otros para que cometieran los más atroces actos de violencia. Activó el miedo de la gente y, de pronto, como una gran explosión, empezaron las matanzas y el mundo estalló en guerra.

Plantas una semilla, un pensamiento, y éste crece. Las palabras son como semillas ¡y la mente humana es muy fértil!

Fíjate en el ejemplo de Hitler: Sembró todas aquellas semillas de miedo, que crecieron muy fuertes y consiguieron una extraordinaria destrucción masiva.

Debemos comprender cuál es el poder que sale de nuestra boca.

Una palabra es como un hechizo, y los humanos utilizamos las palabras como magos de magia negra, hechizándonos los unos a los otros imprudentemente.

Podemos imaginarnos como un mago y, por medio de las palabras, podemos hechizar a alguien o liberarlo de un hechizo. Continuamente estamos lanzando hechizos con nuestras opiniones. Por ejemplo, me encuentro con un amigo y le doy una opinión que se me acaba de ocurrir. Le digo: ¨¡Mmmm! Estás pálido, te veo color de enfermo”. Si escucha estas palabras, se lo cree y está de acuerdo, podría enfermarse en realidad. Ese es el poder de las palabras.

Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian, para bien o para mal, nuestras creencias.

Si te veo en la calle y te llamo estúpido, puede parecer que utilizo esa palabra contra ti, pero en realidad la utilizo contra mí mismo, porque tú me vas a odiar por lo que dije y tu odio no será bueno para mí.

Si te amo tú me amarás, si te doy odio tú me odiarás. Acción y reacción. Si siento gratitud por ti, tu la sentirás por mí. Si soy egoísta contigo, tu lo serás conmigo.

Ser impecable con tus palabras significa utilizar tu energía correctamente, en la dirección de la verdad y el amor por ti mismo.

Si llegas a un acuerdo contigo mismo para ser impecable con tus palabras, eso bastará para que la verdad se manifieste a través tuyo y limpie todo el veneno emocional que hay en tu interior. Pero llegar a este acuerdo es difícil porque hemos aprendido a hacer precisamente todo lo contrario. Hemos aprendido a hacer de la mentira un hábito al comunicarnos con los demás y, aún más importante, al hablar con nosotros mismos. No somos impecables con nuestras palabras.

MUCHAS VECES USAMOS LAS PALABRAS PARA MALDECIR, PARA CULPAR, PARA REPROCHAR, PARA DESTRUIR. EN GENERAL, UTILIZAMOS LAS PALABRAS PARA PROPAGAR NUESTRO VENENO PERSONAL: PARA EXPRESAR RABIA, CELOS, ENVIDIA Y ODIO.

Con el uso erróneo de las palabras, nos perjudicamos los unos a los otros y nos mantenemos mutuamente en estado de miedo y duda.

Un par de cuentos para reflexionar:

Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas cayeron en un hoyo profundo.

Todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo.
Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas.
Las dos ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas.
Las otras seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió.
Ella se desplomó y murió.
La otra rana continúo saltando tan fuerte como le era posible.
Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir, ya que no tenía caso seguir luchando.
 Pero la rana salto cada vez con más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo.
Cuando salió, las otras ranas le dijeron:
– “nos da gusto que hayas logrado salir, a pesar de lo que te gritábamos”.
La rana les explicó que era sorda, y que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del hoyo!

Moraleja
1.- La palabra tiene poder de vida y muerte.
Una palabra de aliento a alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y finalizar el día.
2.- Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede ser lo que lo acabe por destruir.
Tengamos cuidado con lo que decimos.
3.- Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.

Otro relato
Un sabio maestro se dirigía a su auditorio dando valiosas lecciones sobre el poder sagrado de la palabra, y el influjo que ella ejerce en nuestra vida y la de los demás. 
-Lo que usted dice no tiene ningún valor- lo interpeló un señor que se encontraba en el auditorio.
 El maestro le escuchó con mucha atención y tan pronto terminó la frase, le gritó con fuerza: "Cállate, estúpido!! y siéntate, idiota"!!. Ante el asombro de la gente, el aludido se llenó de furia, soltó varias imprecaciones y, cuando estaba fuera de sí, el maestro alzó la voz y le dijo: "Perdone caballero, le he ofendido y le pido perdón; acepte mis sinceras excusas y sepa que respeto su opinión, aunque estemos en desacuerdo".  
El señor se calmó y le dijo al maestro: "Le entiendo, y también pido disculpas y acepto que la diferencia de opiniones no debe servir para pelear, sino para mirar otras opciones". 
El maestro le sonrió y le dijo: "Perdone usted que haya sido de esta manera, pero así hemos visto todos del modo más claro, el gran poder de las palabras: Con unas pocas palabras le exalté, y con otras pocas le calmé"
“El que te insulta, no insulta sino la idea que él mismo tiene de ti, es decir, él mismo”

Villiers de l’Isle-Adam


También el apóstol Santiago nos habla de la mala y la buena lengua: “Si alguien cree que es una persona religiosa, pero no domina su lengua, se engaña a sí misma y su religiosidad es vacía”. 
Sant. 1,26

Que su conversación sea agradable y no le falte su granito de sal. Sepan contestar a cada uno lo que corresponde.
Colosenses 4:6

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María Guadalupe Buttera G.

PorMaría Guadalupe Buttera G.

Nací en Santa Fe, Argentina, el 17 de abril de 1966. Me desempeño como Escritora y Comunicadora sobre Desarrollo Personal y Espiritual, facilitando procesos de transformación interior. Op. en Psicología Social. Counselor.

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