Sintonizar nuestra acción con la Acción del Creador, V. Konev
Cada persona tiene una función que se podría llamar, quizás, como un reforzamiento de la acción de Dios. En el sentido de que nosotros recibimos esa señal de Dios y la reforzamos, la potenciamos, y de esa manera como que la hacemos universal. V. Konev
Conferencia de V. Konev del 22.09.2025 por la Salvación Global y el Desarrollo armonioso
Buenas tardes, iniciamos nuestro macro gestión del día de hoy. La tarea se dedicará al macro nivel y a la enseñanza de cómo se realiza la gestión en sí. Al hablar de macro gestión , nos referimos a una gestión a un nivel universal. Si abordamos una tarea macro que no se ejecuta a ese nivel, no se logrará el resultado deseado. Por ello, es necesario que la persona, además de plantearse la tarea de participar en la gestión macro, disponga de ciertos recursos tecnológicos que permitan alcanzar dicha gestión universal.
Al trabajar en una tarea macro con el propósito de participar en la gestión, es imprescindible contar con herramientas tecnológicas que sustenten esa gestión universal. Para comprenderlo, debemos volver la mirada hacia Dios y observar cómo actúa. En este nivel inicial se distinguen, al menos, dos enfoques: en primer lugar, se explica la primera variante y, a continuación, se desarrolla un trabajo práctico basado en la segunda variante, partiendo de la primera versión (https://despertarycrecer.com/practica-de-gestion-por-v-konev/)
Si observamos cualquier acción de Dios, en cualquier momento de su existencia, notamos que siempre se rige por un único principio constante. Las acciones divinas, al dirigirse en una misma dirección, se hacen aún más evidentes cuando se contempla una acción previa—por ejemplo, la creación del mundo—a la que Dios le añade elementos para configurar el estado actual del universo. En cada acción, se incorpora un elemento que posibilita su continuidad en cada instante de existencia.
Quien ha experimentado este tipo de accionar divino puede reproducirlo. Es decir, si una persona actúa conforme a la influencia de Dios, en busca de un resultado directo y sustentable, puede ejecutar esa acción inicial y sostenerla, permitiendo que se repita. Además, la persona puede observar cómo Dios continúa la acción iniciada por el hombre. Al aprender a actuar de manera semejante a Dios y mantener ininterrumpida esa acción, se percibe que la acción divina tiene una magnitud superior. En ese nivel, la acción de Dios puede dirigirse tanto a un individuo concreto como, simultáneamente, a todos los seres vivos; de este modo, su accionar es tanto eterno como universal.
Para alcanzar un nivel en el que la acción sea infinita en el tiempo y esencial, es indispensable que la persona observe el funcionamiento y la estructura de su propia alma. El ser humano, además de concentrarse en Dios, debe dirigir su atención a sí mismo y comprender el funcionamiento de su alma, ya que esta actúa de manera similar a la divinidad a un nivel universal. Esta tarea, aunque compleja, se plasma en la formación del impulso sanador, ya sea en relación consigo mismo o con otra persona. Una vez que se domina esta capacidad, es posible simplificar tareas complejas y transformar una secuencia de acciones integrales en movimientos más sencillos. Por ejemplo, al iniciar una acción en la que Dios contribuye a la ejecución del control—cuando este tiene un carácter creador, constructivo, positivo o de ayuda—la macro acción se perfecciona mediante la colaboración del hombre.
Hasta ahora se han descrito situaciones en las que el hombre establece la tarea y el objetivo. Sin embargo, es posible ampliar dicho espectro: el individuo puede decidir actuar en el mundo y, en ocasiones, la acción divina no surge de la iniciativa humana, sino que se origina en Dios. En ciertos casos, Dios marca un objetivo y lo ejecuta por sí mismo, mientras que la estructura organizativa del alma humana observa esa acción e influencia. Se produce, de este modo, una interacción entre el alma del hombre y la del Creador.
Tanto el hombre como Dios poseen libre albedrío, por lo que todas las acciones—tanto las humanas como las divinas—se perciben como correctas. Si el hombre interpreta lo que ocurre y lo que está escrito, no solo puede esperar la intervención de Dios en sus tareas, sino también apoyar la acción iniciada por Él. En consecuencia, la acción del hombre debe sintonizarse con la de Dios, tanto en su iniciativa personal como en la divina.
Para comprender cómo alcanza Dios un nivel de universalidad cuando toma la iniciativa, es necesario examinar su estructura espiritual: cómo actúa en el estado espiritual, en la plenitud del mundo espiritual y en los niveles de contacto. Observar la acción de Dios sobre el hombre permite entender su estado interno, la forma en que se manifiesta y la magnitud de su accionar, reflejando la totalidad que puede percibir el espíritu. Esta obra, basada en la observación de las acciones divinas, constituye además una enseñanza de Dios hacia el hombre. Cuando Dios envía un impulso a una persona, ésta lo percibe como un mensaje divino y se genera, de forma natural, la responsabilidad personal de llevar a cabo esa macro creación.
¿Cómo se cumple esta responsabilidad personal? De forma sencilla. Por ejemplo, si se dispone de la tecnología adecuada, es esencial utilizar un filtro particular que aísle los fragmentos necesarios; este filtro indicará que toda la información recibida contiene la señal macro correspondiente. Esta macro-señal, transmite el mensaje universal de que el contenido macro se extiende a toda la existencia, llenando el mundo de plenitud y orden.
Recordemos que, al crear al hombre, Dios comprobó que la creación estaba completa, por lo que el hombre se concibió como un mensajero del carácter universal de las acciones divinas. Si se aplica este plan en una tecnología o práctica, se podría, por ejemplo, curar todas las enfermedades. Si el hombre percibe la señal divina en un punto donde existe una patología, Dios estaría enviando, a través de esa señal, un proceso de normalización que elimina los eventos negativos y restablece el orden.
En resumen, la acción divina a nivel universal y la acción del hombre, que se convierte en continuación de esa labor, son inseparables. Esto se ejemplifica en expresiones como “la paz esté contigo”, en las que el hombre responde a la creación universal de Dios.
Una de las variantes prácticas de esta gestión se relaciona con la sanación de enfermedades. En este amplio marco se integra la enseñanza de Grigori Grabovoi sobre Dios y la Acción Universal, difundida el 16 de junio de 2004. Durante el trabajo práctico se realizarán dos gestión distintas de forma ininterrumpida: la primera consistirá en observar la estructura espiritual de Dios y la segunda en activar, a través de nosotros mismos, la señal macro creadora que recibimos de Dios. En la primera parte, Dios potencia la acción del hombre, mientras que en la segunda el hombre contribuye a la acción divina.
Esta primera parte ofrece una imagen completa de la interacción entre Dios y el hombre. Según cada persona, algún aspecto del proceso servirá como clave para comprender la imagen global. Se enfatiza la importancia de recordar la creación del hombre como acto final de una obra universal, invitándonos a observar nuestro cuerpo y a sentir el amor que emana de él. Se nos invita a convertirnos en un campo unido en el que el amor fluya entre nuestras emociones y pensamientos, actuando con plena consciencia.
Profundizando en el análisis, se resalta la unión íntegra del alma del hombre con la acción divina. En la relación entre Dios y el hombre no existe un límite intermedio: Dios se inunda en el hombre, convirtiéndose éste en continuación de su acción. Esta unión estrecha posibilita que, mediante la observación espiritual, se comprenda que la acción personal y la divina se alinean, validando todo lo ejecutado.
Asimismo, cuando Dios envía una señal, es imperativo percibirla como un impulso macro creador que abarca el universo. Dicho impulso, captado a través de un filtro especial, imbuye al ser humano con la responsabilidad de difundir ese mensaje universal, de modo que cada objeto y cada ser colaboren en el proceso de macro creación. Por ejemplo, la señal enviada a un árbol frente a una vivienda no solo incide en él, sino que simboliza la acción universal que se expande por todo el mundo.
Se establece, además, una analogía con el proceso constante de recreación del mundo: así como Dios recrea la Tierra y, en ese proceso, también nos recrea a nosotros, el ser humano forma parte de esa macro creación. Esta recreación se entiende entonces como una armonía interior que se irradia como un mensaje de paz y orden a lo largo de toda la creación.
Finalmente, se enfatiza que mediante la señal divina se estabiliza el mundo y se asigna a cada elemento de la creación un papel en la macro creación. La correcta interpretación y percepción de esta señal universal permiten al hombre actuar en colaboración con la iniciativa divina, llegando incluso a sanar estados patológicos o anómalos, ya que la salud se entiende como una tarea divina ejecutada a través de la acción humana.
Muchas gracias por la atención, la participación y el deseo de comprender y formar parte de esta acción universal.
V. Konev, 22.09.2025
Es el hombre quien contribuye a la acción de Dios.
Práctica de Gestión:
Esta conferencia esta basada en la conferecnia original de Grigori Grabovoi
La acción universal de Dios, del 16.06.2004: