De las tres transformaciones, de Friedrich Nietzsche
Friedrich Nietzsche en su obra “Así habló Zaratustra” ha dedicado un capítulo al recorrido del hombre en su proceso evolutivo; el capítulo De las tres transformaciones.
Como recurso literario, Nietzsche emplea el personaje de Zaratustra, que se presenta como un profeta superior en sabiduría y conocimiento al resto de los humanos.
Zaratustra es un ermitaño que vive recluido en la montaña, donde a lo largo de su retiro reflexiona sobre la vida y la naturaleza del hombre. Cuando siente que es el momento adecuado, decide regresar al mundo para comunicar su sabiduría:
“Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan”.
Zaratustra es un mesías que lleva al hombre la noticia de su salvación; y al igual que Juan el Bautista anunció la llegada de Jesús, Zaratustra proclama el advenimiento del ‘superhombre’ .
Nietzsche lo emplea como contraposición a la doctrina de la Iglesia católica, para explicar su teoría del ‘superhombre’, aquel que encontraba la divinidad en su interior, viviendo desde una actitud de aceptación de la vida en su plenitud; y no que tenía que esperar el “más allá” para poder encontrarse con Dios.
La primera enseñanza de Zaratustra es la “muerte de dios”:
“Muertos están todos los dioses, ahora queremos que viva el superhombre”
Hay que entender en profundidad lo que Nietzsche quiere señalar con su obra: se trata de la muerte de ese dios que el hombre transmitió a partir de la moral impuesta como un dogma a cumplir, y que ha tenido su propósito en su momento, pero ahora ya está agotada.
La muerte de dios para Nietzsche supone el momento en que el hombre ha alcanzado la madurez necesaria para prescindir de un dios que establezca las normas y los límites a la naturaleza humana, o sea, la moral.
Para Nietzsche la moral ha de ser sustituida por la verdad, es decir, el hombre entregado a su propia existencia.
Veamos de qué nos habla Nietzsche respecto De las tres transformaciones:
La primer figura es la del camello, y se refiere a la etapa donde uno se encuentra atrapado en la carga del “debo ser, tengo que….”; es decir, cuando vivimos en referencia externa, por valores de otros, no por elecciones propias. Se trata de una actitud sumisa ante la vida, donde uno hace lo que otros nos han impuesto como valores y normas. En esta etapa se vive a partir de mandatos externos, heredados. Nietzsche caracteriza al camello como aquél que se arrodilla para recibir las cargas. El camello es el espíritu de carga, de sumisión a los valores impuestos por otros.
Una vez que nos hartamos de ser lo que otros esperan; por la vía de la propia experiencia en nuestra vida cotidiana, es posible pasar a una nueva lógica desde donde vamos a vivir de manera muy diferente. Es una transformación a partir de una cambio de perspectiva a la hora de ver la vida, verse uno mismo, ver la otro. Esta es la segunda etapa que Nietzsche llama del león. En esta etapa aparece el “yo quiero“.
En la soledad del desierto al que ha escapado, el espíritu puede llevar a cabo su transformación y enfrentarse al “deber ser” para pasar al “yo quiero”. El león busca la libertad y se atreve a desafiar; es el espíritu desafiante que intenta conseguir liberarse y vencer el “tu debes”. Es una etapa necesaria para poder salir de la lógica de vivir en referencia externa, es decir, a partir de los valores impuestos afuera, por otros. Experimentamos esta etapa hasta que vemos que no alcanzamos esa vida plena que buscamos, esa felicidad que anhelamos.
El león conquista libertad, pero sigue su búsqueda y asi es que se transforma en niño.
El niño es la tercer figura que representa el tercer momento de transformación del espíritu para Nietzsche.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/As%C3%AD_habl%C3%B3_Zaratustra