Me siento liberada pero con cierta culpa y tristeza…
-Hola Noemi! si, cuando nos volvemos “adultos”, no solo ya no dependemos económicamente de nuestros padres, sino que vamos dejando atrás, además, las expectativas de ellos hacia nosotros y de nosotros hacia ellos, valores, visión de la vida, creencias, formas de vivir, etc. Pero este volverse adulto e independizarse de nuestra familia de origen, nos hace sentir esa cierta “culpa” como tu dices, pues ya no se es ese hijo que sus padres esperan, sino que uno se comienza a permitir “ser el/la que soy verdaderamente”, lo cual nos hace sentir, como dices, más liberación interior. Esa culpabilidad es un indicador que nos estamos volviendo “adultos”. Lo que ayuda mucho a este proceso de crecimiento es agradecer todo lo que nos dieron nuestros padres; y agradecer también, la fuerza para permitirse ser diferentes, y dejar de imitarles como niños.
Darse el permiso para “ser” es nuestra responsabilidad personal e intransferible. A la vez, honrar nuestros orígenes, pues gracias a ellos llegamos a este mundo.
Los padres, por su parte, sienten el dolor por la separación de los hijos que se vuelven adultos y se van; y a la vez, también, un cierto orgullo de que estos hijos sean capaces de crear su propio mundo, su propia familia; sirviendo de esta manera, a la Vida misma.
¡A permitirse vivir y ser la que soy! Saludos cordiales!
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