Nuestra inagotable Fuente Interior
por Rafael Cáceres, terapeuta en medicina natural, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española para la Difusión de la Espiritualidad.
Un déficit de alguno o de varios de los nutrientes mas esenciales, puede desencadenar en nuestro organismo cansancio, falta de energía, desánimo, depresión, alteraciones del sistema inmunológico, desequilibrios digestivos y nerviosos, acentuar los miedos, las fobias, la ansiedad, y abrir así las puertas a la aparición de múltiples enfermedades, que en realidad son una: la enfermedad.
Estos desequilibrios, pueden sumergirnos en un temporal o permanente malestar sin que sepamos o podamos conocer en muchas ocasiones el origen de toda esta trama sintomática.
Estas situaciones pueden reafirmar en nosotros la incertidumbre, la incapacidad y la impotencia, alimentando pensamientos recurrentes de pesimismo, que nos impiden enfrentarnos a las experiencias, y a acometer transformaciones enriquecedoras para nuestra vida; de ahí la vital importancia de nutrirnos de alimentos llenos de vida, bañados por el sol, cultivados con respeto a la tierra, con amor en suma.
Deberíamos desterrar para siempre la creencia tan enraizada y extendida de que los desequilibrios y el malestar que acompañan a la enfermedad se pueden abordar con un enfoque exclusivamente sintomático y farmacológico, sin profundizar en la génesis o causa de estos desequilibrios.
Esas mal denominadas “curaciones”, basadas en la supuesta lucha contra la enfermedad, están sustentadas en la ausencia de un verdadero y profundo conocimiento del ser humano, y de la infinita sabiduría, poder e inteligencia que despliega la vida cuando caminamos y vivimos en estrecha y total sintonía con nuestra esencia y naturaleza humana, escuchando el constante murmullo y fluir de la conciencia que el universo alberga en su seno.
De igual modo que una alimentación desequilibrada e insuficiente nos enferma el cuerpo, también las carencias y los desequilibrios emocionales, amorosos y espirituales son la causa común de muchos sufrimientos estériles, que en lugar de liberar, aprisionan y oscurecen nuestra vida.
Si estamos tristes y desesperanzados, estamos instalados en la rutina, hemos abandonado el entusiasmo y la confianza, o nos consideramos inmerecedores de amor… incapaces de dar un paso adelante y arriesgarnos… Ninguna píldora mágica o ningún antidepresivo, ni ninguna circunstancia por favorable que pueda parecernos nos ayudaran en verdad a abandonar esas situaciones de malestar y sufrimiento.
Si nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestro cuerpo y nuestro espíritu, no están en armonía con uno mismo y con el mundo, no podemos alcanzar la verdadera curación.
Muchas mal llamadas enfermedades son la expresión inequívoca de esos desequilibrios (alimenticios, emocionales, espirituales, mentales) entre los que vivimos.
Si no sentimos amor, si no somos capaces de expresar gratitud por la vida y por todo cuanto nos ha sido dado y regalado, si vivimos inmersos en la frustración, el resentimiento, y nadamos continuamente entre los sentimientos de miedo, culpa, y prejuicios, ¿cómo vamos tan siquiera a aproximarnos a la alegría, a la serenidad, al autentico amor en definitiva, que es el mejor sostén, alimento y medicina para nuestra vida?
Si estamos siempre condicionando todos y cada uno de nuestros pensamientos, conductas o actos a la obtención de algo o de algún beneficio exclusivamente personal, y cuando no lo conseguimos nos enfadamos, culpamos, rechazamos, enjuiciamos, ¿para que nos sirven entonces todos nuestros aparentes y nobles propósitos y anhelos?
Si necesitamos ser amados, acariciados, comprendidos, aceptados… ¿Por qué en lugar de reprimirnos, negarnos o exigirlo a otros, no comenzamos con y en nosotros mismos, a compartir, dar y practicar desde hoy esta realidad, a todos cuanto nos rodean?.
El índice de bienestar y felicidad en nuestra vida no depende, como comúnmente solemos creer, de lo que las circunstancias, el azar u otros caprichosamente nos puedan conceder; sino de nuestra inagotable fuente interior, que no puede nunca secarse, porque somos un recipiente profundo, una extensión infinita que es constantemente regada por el amor del universo y de DIOS.
Nos sanaremos cuando restituyamos el amor en nuestra vida, en nuestro corazón y nuestro espíritu; cuando nos encontraremos bien y sepamos que ya lo tenemos todo, que ya lo somos todo, y que no tenemos que correr desesperados tras los logros o los éxitos, porque no existe mayor éxito que escuchar a nuestro corazón y ser nosotros mismos. Todas las búsquedas, todas las técnicas y conocimientos, todas las doctrinas, no nos serán de gran ayuda si no desplegamos nuestras alas, sino perdemos los miedos que nos atenazan, y nos erigimos en nuestros propios maestros y alumnos, siguiendo únicamente el sendero del amor… Un amor sin condiciones, porque los maravillosos frutos que nacen del autentico y elevado amor, son siempre deliciosos, sanadores y hermosos. Sino sientes en tu vida todo esto… enriquece desde hoy mismo el terreno que habitas, cultivas y siembras, verás como todo es distinto, y como tu te transformas en lo que eres, y siempre has sido: un hijo del amor, un creador de milagros, un forjador de verdad, paz y esperanza.